ferias, historia

Las ferias y mercados datan de la más remota antigüedad, señalando el primer movimiento de distribución de productos que se origina en las sociedades en vías de desarrollo. Nacen al amparo de las festividades religiosas que, reuniendo numeroso gentío, permiten que en los umbrales del templo los comerciantes den mayor salida a sus mercancías y puedan cómodamente adquirir de otros comerciantes o de los mismos productores los artículos que para su propio tráfico necesiten. Así pues, las fiestas religiosas se convierten en ferias y mercados como sucedió en el antiguo Egipto, o toman carácter mixto como las reuniones periódicas de los peregrinos en la Meca y en las grandes ciudades santas de la India y el nacimiento del Ganges; hecho que se reprodujo en Europa poco después de la invasión de los pueblos germánicos.

Los primitivos pueblos del Lacio llamaban ferias a los días de fiesta, o sea, los días que pertenecían a los dioses, mientras que los restantes pertenecían a los hombres. Tales eran las llamadas Feriae Latinae que, surgidas en la Roma republicana, se celebraban en el monte Abano y en las que tomaban parte unos treinta pueblos. Duraban tres días, siendo el tercero la fiesta propiamente dicha, dedicada al dios Júpiter Latiaris o Latius, que se decía residir en el citado monte. Los dos primeros días se dedicaban a la feria popular mediante reuniones de esparcimiento en el bosque que cubría la cima de la montaña. El tercer día era el del sacrificio de la ternera blanca por el cónsul de Roma, un toro por las ciudades del Lacio y de unas ofrendas particulares de cada ciudad confederada. Tras las ceremonias dábanse grandes festines, y al anochecer se encendía una hoguera sobre el monte para indicar el fin de las fiestas.

En general, durante el Imperio romano se dio el caso por primera vez de un esbozo de economía mundial, fomentado por la existencia de grandes centros de consumo (Roma e Italia) que, con su densidad de población y su potencia adquisitiva, atraían los productos de todas las regiones del Imperio, facilitado por el sistema de carreteras que daba rapidez al transporte, y por la creación de una banca poderosa que activaba el cambio y permitía las operaciones a gran escala. Aparte, todas estas mercancías se vendían en el mercado o nundinae que tenía lugar en Roma y las ciudades más populosas del Imperio cada nueve días en el foro o en las tiendas instaladas en la parte externa de las casas, llamadas tabernae. La mayor parte de los artículos eran suministrados por los negotiatores que actuaban a favor de las grandes compañías mercantiles surgidas ya en la época republicana.

En España no hay datación de ferias como ahora las conocemos hasta la Edad Media. Hasta entonces el comercio era, principalmente el de gran escala, realizado por los pueblos colonizadores (tartessios, griegos y fenicios -luego cartagineses-) en las áreas portuarias desde el siglo XIII a.C. Si bien los romanos le dieron un gran impulso, no surgieron ciertas lonjas (cataplus) hasta la época visigoda.

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