historia de la actividad bancaria

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01-01-2015

historia de la actividad bancariaEs claro que aquí no podemos extendernos en el devenir histórico de la actividad bancaria, pero sí queremos dejar constancia de algunos hechos significativos. Los elementos esenciales que definen a la profesión de banquero son los mismos ahora que hace miles de años. En consecuencia, si no el oficio más viejo del mundo, sí fue uno de los primeros, tan pronto como las agrupaciones sociales iniciaron un proceso de organización y división de las actividades, y el trueque o cambio hizo su aparición, exigiendo la introducción de la unidad de cuenta, anterior a la moneda, y que servía y sirve para dejar constancia de transacciones y deudas (por ejemplo, el karü, unidad de medida de cebada que, hace más de cinco mil años, servía para expresar deudas en Sumer, los DEG actualmente).
Las actividades bancarias se desarrollaron en la Antigüedad en Babilonia, en China, en Egipto, en Atenas en Roma ..., y en todas las épocas y en todos los lugares el desarrollo era consecuencia de un elevado concepto del crédito y de la confianza, amparados ambos por leyes apropiadas. Existieron banqueros privados (los trapezitae en Grecia y los argentarii en Roma, término, este último, que ha servido para registrar el nombre comercial "Argentaria" de la Corporación Bancaria de España), pero también bancos del Estado, como el Banco Real de Alejandría, manifestándose la intervención de los poderes públicos desde el principio de esta actividad.

Las operaciones sobre los medios de pago y la transferencia de fondos tienen también antecedentes muy antiguos. Recordemos, como ejemplo, a las "Cajas Reales", que recibían en la época de los Ptolomeos, en Egipto, los pagos al Estado y debían efectuar transferencias de los fondos al Banco de Alejandría, en un plazo de diez días, por lo que no es extraño que después de más de 2.000 años se esté empezando a generalizar la transferencia electrónica de fondos. En aquellas épocas había también movimientos al alza y a la baja de los tipos de interés, así, en la época de Alejandro, se encontraba al doce por ciento, bajando al diez por ciento hacia el año 250 a.C., para descender al seis por ciento hacia el año 200 a.C. en las ciudades más avanzadas del Mediterráneo, pero, sin embargo, en esa misma época, el Estado de Egipto lo mantiene intervenido al veinticuatro por ciento, fenómenos que tienen fácil comparación con situaciones contemporáneas sobre el precio del dinero.

Se producen fuertes movimientos de capitales a nivel internacional y existían plazas, como Rodas, que vivían del transporte de las mercancías, del corretaje y de las finanzas. Estas informaciones nos las proporciona Jacques Pirenne en su obra Historia de la Civilización del Antiguo Egipto y también existen análogas referencias en otros historiadores.Por consiguiente, la evolución de la actividad bancaria ha sido constante y paralela al desarrollo de la actividad humana en su integridad. Ahora bien, la evolución de la técnica de ejecución de las actividades aparece ahora como más fulgurante que nunca. Veremos que ello es, fundamentalmente, una consecuencia de las posibilidades de intensificación y diversificación de las actividades por la incorporación de grandes masas de población al uso de los instrumentos financieros (fenómeno denominado "bancarización de la población"), de la compleja y enorme actividad económica y la acumulación de liquidez que este proceso económico genera y exige, posibilitado por la tecnología de que disponemos. A pesar de todas las innovaciones, la inmutabilidad de los productos básicos es un hecho. A este respecto vamos a reproducir lo que Jürg Niehans expresa, a nuestro juicio certeramente, en un artículo publicado en diciembre de 1983 en el Journal of Banking & Finance: "El período actual se describe muchas veces, y con razón, como un período de innovación financiera acelerada. Sin embargo, las innovaciones del sector financiero son de una naturaleza muy diferente a las que se producen en otros sectores económicos. Básicamente son tres los servicios o productos básicos. El primero de ellos consiste en el intercambio de dinero presente por dinero futuro; el segundo es el acercamiento de prestatarios y prestamistas, y el tercero es la realización de pagos a favor de los clientes. Hasta los más complejos proyectos financieros pueden definirse, por lo general, como "paquetes" de estos productos tipo. Aunque las posibilidades de variación a la hora de agruparlos o desagruparlos son infinitas, esos productos básicos no han sufrido apenas transformaciones esenciales desde la Edad Media, y quizás desde la Antigüedad. Excepción hecha de la tecnología electrónica, un experimentado banquero de la Venecia o la Génova medievales que volvieran a la vida en la actualidad no tardarían más allá de unos días en comprender las operaciones de un banco moderno."

Hay que poner de relieve que aunque en ciertas etapas, incluso largas, las técnicas y la innovación financiera no hayan mostrado progresos, en otras, esos factores, han tomado gran protagonismo, ha habido grandes saltos cualitativos, como también ha habido etapas en las que el riesgo y las crisis se han agudizado. La introducción del depósito de efectivo con colocación mediante cobertura de caja apropiada; el descuento de efectos; la emisión de billetes de banco; la cuenta disponible contra cheque; etc. supusieron en su momento la incorporación de técnicas operativas nuevas, la expansión de la actividad crediticia bancaria y la penetración de la misma en financiación de innovaciones en otros sectores. Ahora estamos en una fase (como el lector podrá comprobar en numerosos artículos de esta obra) de mutación de la actividad bancaria mucho más profunda que en cualquier otra época y de dimensiones universales. La globalización de los mercados, la diversificación e innovación en los productos en muchos casos posibilitada por las tecnologías informáticas y de telecomunicaciones, el incremento del riesgo y de la volatilidad de los tipos de interés, la irrupción de empresas de otros sectores en actividades parabancarias e incluso bancarias, las regulaciones más rigurosas sobre la supervisión y los niveles de solvencia de las entidades, espoleadas por la frecuencia y la extensión de las crisis bancarias, que no sólo afectan a pequeñas o medianas instituciones sino que incluso alcanzan a los más grandes bancos, como consecuencia de la profundidad y rápidez en los cambios de coyuntura económica, que unas veces afectan a uno o varios sectores, y otras tienen alcance general de una economía, o incluso de las economías de numerosos países, coexistiendo con los problemas crónicos de las deudas de los países no desarrollados o en vías de desarrollo.

Quizás en las actividades bancarias la novedad que mayor análisis requiere sea la tendencia hacia los conglomerados financieros y mixtos, lo que ha complicado y seguirá complicando la regulación en materia de supervisión, competencia y solvencia. Esta tendencia, que tiene fuerte presencia en los principales países, viene impuesta precisamente por el grado de inseguridad en que los productos tradicionales de la banca (créditos, depósitos, valores, medios de pago) adornados con cuantas innovaciones complementarias se quiera, sean capaces de proporcionar el valor añadido necesario para cubrir los riesgos acrecentados y proporcionar dividendos al incremento más que proporcional de los capitales exigidos. Las pruebas de esta inseguridad la proporcionan las frecuentes crisis bancarias que aparecen en los cuatro puntos cardinales del Globo, alternativa o simultáneamente, durante los veinte últimos años.

Finalmente, toda la actividad financiera incorpora hoy una complejidad y diversidad de técnicas de gestión y operatividad, aun en el marco de una cierta limitación a segmentos de negocio, que exige una formación continuada en todos los niveles del personal y de los responsables de la gestión. Sólo un ritmo y política coherente continuada en este campo puede permitir mantenerse competitivamente en el mercado. El resultado de estas acciones se aprecia en la calidad de la actividad bancaria, aunque no proporcionan resultados apreciables aquellas políticas de formación sin una planificación y una estrategia a largo plazo que engloba también otros aspectos de la gestión de los Recursos Humanos. La formación específica es indispensable tanto en la red de oficinas, como en los servicios de apoyo, y en las divisiones o departamentos de gestión estratégica, planificación, desarrollo y marketing general y de productos, gestión diferenciada de mercados internos y exteriores, gestión de recursos tecnológicos y también en la propia gestión de recursos humanos.

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